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Un poco de mi historia

Jacques Quillery, pintor francés radicado en Costa Rica desde 1968, originario de África del Norte y educado en Francia, nació el 31 de Julio 1950. Desarrolla durante sus primeros años de vida una afinidad por el arte, especialmente por la pintura. Como parte de su aprendizaje, tiene la oportunidad de visitar la mayoría de los museos clásicos de Francia e Italia. El joven Jacques se apasiona por el Impresionismo y el Fauvismo, así como por las obras de Nicolas de Stael, Soutine y Derain quienes permanecen como fuente de inspiración y de admiración.

Jacques se integra a L’ Academie Ingres en Montauban al mismo tiempo que cursa la secundaria y sus estudios de Filosofía en el Liceo del mismo nombre.  Es ahí donde aprende las bases del dibujo, el óleo y la guache bajo la tutela del afamado pintor del Sud-Ouest francés, Gérard Mounier.  De esta manera, logra dominar diversas técnicas: desde el manejo nítido del color, la limpieza diaria de la paleta, y el uso de la mancha hacia el detalle en lugar del aplicado dibujo clásico. Estas técnicas combinadas con largas horas de práctica son la base de la mayoría de sus obras.

A partir de 1967, y aprovechando la cercanía con Toulouse, asiste a varios talleres de preparación para los exámenes de admisión de la Facultad de Bellas Artes. Todo parecía indicar que sus estudios universitarios y su futura dedicación al arte estaban definidos…  No obstante, las huelgas, marchas, barricadas de mayo de 1968 lo sedujeron. ¿Cómo no involucrarse activamente, a los 18 años, a este movimiento estudiantil que paralizo Francia y parte de Europa?

Sin embargo, la Generación del 68 no previó las represalias gubernamentales en contra de los jóvenes “intelectuales de izquierda”. Era tiempo de alejarse provisionalmente de una patria  convulsionada. Por esta razón, decide acompañar a su padre – un diplomático de las Naciones Unidas – a Costa Rica.  Jacques finaliza sus estudios en San José, para luego integrarse a la Universidad de Costa Rica. Al mismo tiempo, comienza a dar sus primeros pasos en el mundo del turismo.

En 1971, conoce su gran amigo Álvaro Bracci – recién llegado a Costa Rica y hoy reconocido artista pintor – y juntos asisten al taller de Rafa Fernández. En aquella época, acuden a los “Martes musicales”, día de reunión de varios artistas  de la talla de Edwin Cantillo, Hugo Díaz, Chalo Morales y el mismo Rafa Fernandez. Tampoco deja de frecuentar el “Parque de la Expresión”, actividad coordinada por el Ministerio de Cultura, la cual se llevaba a cabo, los  domingos, en el  Parque  España. Alli,  conoce  al famoso pintor Don  Ricardo Ulloa Barrenechea, aprovechando avidamente esta  buena amistad, visita su taller frecuentemente para admirar su espontáneo y enérgico talento y asombrándose del atrevido manejo del color. Sin duda alguna, la influencia del Maestro Ulloa y de su paleta fauvista-colorista estarán siempre presentes en las obras paisajísticas de Jacques Quillery, especialmente en sus cielos y montañas.

A principios de 1979, empezaba a acumular algunos cuadros para su primera exposición individual, pero deja, por razones meramente profesionales y que interfieren con su joven carrera artística, el territorio costarricense. Al regresar a suelos ticos, después de 8 años en el exterior, reanuda su asistencia a los “Martes musicales” con tal de no perder el contacto con el ambiente artístico. Aunque absorto en su reconocida carrera turística, retoma pausadamente los pinceles, pasteles y descubre las pinturas acrílicas, que le permitirían avanzar más rápido en sus trabajos. Aprende ávidamente el verdadero uso de este médium y de otras técnicas “mixtas” gracias a los talleres impartidos por el profesor  y  pintor  Chino Porras.

En 1995 los pintores y propietarios de la Galería 521, la señora Guisela Stradman y Don Luis Paulino Delgado lo invitan a realizar su primera exposición individual…  Con motivo de esta ocasión, Rafa Fernández escribe:

Jacques Q., hoy metido de nuevo el en el problema de la pintura, nos muestra su trabajo en series de cuatro obras o ‘Cuatro en series’ como se denomina esta exposición. A través de  toda la muestra, vemos diferentes temáticas en las que Jacques se esfuerza por encontrar en ellas su fuente de expresión, su propio lenguaje. No hay duda que el camino del arte es infinito, pero en algunos casos puede más la perseverancia que lo complejo de una actividad como es la pintura, en la que todos queremos conseguir esa voz propia por medio del color y la imagen.

A partir de ese momento, Jacques Quillery no vuelve a soltar los pinceles. Participa activamente en varias muestras, exposiciones individuales y colectivas  como el “Festival de Arte al aire libre”, al cual asiste religiosamente desde 1997.  Además, durante casi dos años, se dedica a decorar las 80 habitaciones, áreas públicas y algunos condominios del Hotel Bougainvillea con más de 150 obras. “Mi mejor exhibición permanente”, como lo comenta muy a menudo.  Finalmente, en el año 2003, abre su propia galería contiguo a este hotel, empleando la heliconia como símbolo de su negocio.  Utiliza esta flor porque ha sido el tema central de muchas de sus obras, sin jamás dejar de un lado sus queridos “Coqueticos” o “Papavas” como le dice su gran amigo, mecenas y dueño de este prestigioso hotel, Hans Van der Wielen.

Para contrarrestar la falta de tiempo libre que le impide realizar obras de gran tamaño, descubre, investiga y utiliza a partir del año 2002 la técnica del glicé, acompañado en esta aventura por su hijo Jean Claude.  A pesar de las grandes limitaciones tecnológicas del momento, se aventura en la impresión de sus obras “digitalizadas” en gran formato. En muchas ocasiones, las interviene individualmente para convertirlas en trabajos únicos y casi personalizados. Por otra parte, comienza a interesarse en el movimiento minimalista-contemporáneo, un regreso más sofisticado a las líneas y ambientes con las cuales había convivido a finales de los sesentas.

Junto a su hijo mayor, Philippe, abren y crean el Estudio-Showroom, iDesign, convirtiéndolos en los pioneros del art giclé.  Desde el estudio de iDesign, trabajan en varias ocasiones a la par de famosos decoradores de interiores como Mario Arroyabe, Julieta Jurado y Jovita Brugues de Indiseño; Thomas Corella experto del Fen Shui, y colaboran activamente en varios proyectos de sus amigas y reconocidas diseñadoras, Maria Checa Arias y Melisa García. De esta manera, las obras de Jacques Quillery se exhiben en bufetes, clínicas, corporaciones, condominios y casas. La relación, por muchos años, de Jacques con el mundo de la industria turística lo hace un artista conocido y apreciado de este medio.  Es más, muchas de sus obras originales y Glicées están exhibidas en varios hoteles del país.  Asimismo, sus diseños y reproducciones sobre papel son constantemente utilizados en eventos promocionales y para finos regalos corporativos.

Reflexiones del artista

¿Quién o que será culpable de mi permanente exposición y creatividad “colectiva”?

¿Será el ruido de la interminable lluvia de invierno, el craqueo de la madera o la salida del sol y de un nuevo y brillante entorno lo que me inspira; abrigado en mi estudio entre telas y papeles, tintes, barnices, pinceles o espátulas sin – a veces – darme un respiro al exterior?  ¿Será la compañía de un rock clásico o de un ritmo tropical, las imágenes y sonidos africanos de sensaciones de mi infancia las que interfieren, y pueden confundir al espectador de mis realizaciones plásticas?  Al igual que mis andanzas en el agreste altiplano boliviano o en los bosques calidos de Sarapiquí, todas estas vivencias trascienden y afectan mis inspiraciones de madrugada.

Si bien la memoria borra los detalles, a través del tiempo siempre están presentes las luces y los colores, que son la base de mis trabajos. Hace mucho aprendí a eludir la intimidación que provoca el enfrentarse a las superficies blancas, y protegerme de ella aplicando grandes plastas de color, muchas veces sin saber a donde me va a conducir esta reacción instintiva cultivada desde mis tiempo de aprendiz.

Sin duda, existe una química cerebral que insta la mano a destapar ese tubo de pintura… ¡cualquiera será el color de hoy!

Ahí esta mi libertad de expresión plástica, que defiendo a través de esta retórica, al igual que mi deseo o mi necesidad de explicar la razón por la cual tengo un rincón donde exhibo lo mío… Un sitio con mis propias críticas, las de los que me aprecian o me quieren y que me mantiene alejado o tal vez protegido del verbo in-entendible y del léxico surrealista de los críticos y de los merchants d’ art.  Estoy orgulloso de mi propia permanente exposición colectiva – como me lo expreso un día, con cariño, Rafa Fernández con su verbo tan peculiar: “las colectivas de Jacques Quillery” –. Y así es….

Lo que les garantizo (si tienen el tiempo de visitar mi galería) es que no se van a aburrir. Les advierto: pueden confundirse por un rato… Créanme, con mis trabajos no pretendo provocar una confrontación. Si llegan a leer mi “Invitación a un corto viaje”, entenderán mucho mejor la diversificación artística de esta página.

Mi arte en el tiempo